Octavio Russo

Nacido en 1949, Punta de Mata, Estado Monagas.

Dibujante y pintor venezolano

    La pintura de Octavio Russo equivale a un lento proceso de reflexión en el taller. Merece destacar su exposición invidual, “Carne de Tiempo” 1989, en el Ateneo de  Caracas, cuando sorprendió por la firmeza de sus propuestas plásticas conceptuales, la violencia de sus imágenes y materia. En aquella oportunidad, Russo tomaba un sujeto, el venado, y un tema, la depredación de la fauna, y a partir de allí elaboraba sus planteamientos en torno a la materialidad, el dibujo, el enfoque múltiple, la libertad artística y la preocupación contemporánea del creador.
     A renglón seguido un nuevo período de recogimiento en el taller. En Russo se operaría un proceso que traspasaba los marcos de los estilos estéticos, hasta quebrar lo establecido en los distintos géneros. Partiendo de la pintura figurativa, su investigación tanto en la pintura, como en la figura y en los lenguajes plásticos le llevaría a suprimir progresivamente referencias de la realidad física y sus códigos más académicos, hasta quedar con el símbolo como expresión totalizadora de su obra. Caso similar como el que experimentaban otros pintores activos en los años ochenta a saber Lazo, Irazábal, Baroni, Pellegrino o Lizardo por personificar así una tendencia de nuestro arte.
     Desde 1990 la figura humana comenzaba a ser desplazada por el símbolo en la obra de Russo. En el dibujo de este año, de línea negra, un cuerpo humano está levitando en posición horizontal, en medio de un espacio libérrimo. En la parte inferior, hay una especie de mueble, como una silla, pero más exactamente de trata de una gran mancha a partir del gris, como factor dinámico de la composición. Esta es en base a negros, grises y blancos. Un amarillo en forma de corona aparece sobre el individuo que flota. El espacio es blanco transparente. Desde allí, siete ojos nos miran.
     Russo explica el impacto, el efecto obsesivo podríamos agregar, que le causó ver la reproducción de un mural del Museo Catalán, el cual representa el Septenario, una cabeza de bestia con siete ojos.
Ese es el inicio de esta fase donde predominan el color de pigmento, el hecho artesanal de  la pintura, la factura plana, la eliminación de lo figurativo, quedando apenas una cabeza o una caja en el espacio en cuyo interior hallamos siete ojos.
     Este nuevo ciclo está precedido por una serie de dibujos. Hojas de libro personal, en los que aparece el animal de los siete ojos, sobre fondo azul, con notas, inscripciones y apuntes. Sentido del espacio, economía de medios, modelo figurativo en síntesis, centímetros, entre las cualidades generales que vimos en su taller. El siete es el número que rige parte de la mitología y la simbología de la humanidad. El siete está en la constitución del orden espacial y terrenal. El siete marca una pauta en la actual etapa pictórica de Octavio Russo. Es un gran espacio siena, distinguimos una caja amarilla que llama a perspectiva pero a la par de su forma la contradice, pues sus líneas restan profundidad. En su interior hay una cabeza extraña, que contiene siete ojos, en orden de tres, uno, tres, todos de lado. A la izquierda hay una mancha blanca; a la derecha, un estallido bermellón y abajo al centro, una sutil mancha azul. Al extremo superior izquierdo, se halla el ojo como acotación científica, en líneas descriptivas. En esta pieza no hay tono negro, pero el siena que es tierra hace la función de aire y profundidad. Sólo hay una pequeña línea negra, al centro de la caja, en forma de garabato de carnicero (reminicenscia de “Carne de tiempo”que opera como gancho imaginario, y sostén general de toda la obra. “Desde Atrás” es una obra para desentrañar: al centro está la estructura que contiene los ojos - de cuenca negra y pupila azul – e infinidad de flechas que indican direcciones. Allí hay algunas palabras, pues arriba leemos Orden Espiritual; mientras abajo dice Tierra. El clima dominante se construye en base a siena tostada y la pintura aparece como veladura. El rojo y el blanco están en los roles capitales. La caja, sus líneas, nuevamente están en una perspectiva cuyo mismo espacio se encarga de negar. Hacia la derecha en discretísima referencia, queda resto del dibujo de un ojo grande cercado por un azul, la piel de una culebra y una mancha de rojo, sin referencial preciso. El siete más que un código es el símbolo de la transformación e integración en rigor de esta pintura.
En estas dos obras de Russo están las señales de su actual trabajo: el plano pictórico está cargado de tensiones y transparencias y las pocas líneas que lo surcan apenas definen siete ojos en el espacio. Esa es la realidad del artista: muy poca intervención, escasa textura, ningún detalle en detrimento del conjunto de contrapunteo entre el dibujo y la pintura, un cierto color y vistazos para acercarse al cosmos.(...)
     El tema para el artista equivale a intriga, enigma, bestiario, líneas y números. Su naturaleza ahora es el cosmos. Su imagen es una sola desde la oscuridad del ser. Su violencia reside en una mirada que se multiplica siete veces; y en las cajas de hierro que encierran esta poética del espacio e incorporan el óxido como una cualidad de su naturaleza. En el fraseo plástico de Octavio Russo hay insistente arremetida entre el orden y desorden, tradición y contemporaneidad, belleza y angustia de trazos expansivos.

Juan Carlos Palenzuela



Taller Octavio Russo fotografía Vasco Szinetar

Con representación en: Museo de Arte Contemporáneo, Museo de Bellas Artes, Galería de Arte Nacional, Museo Arturo Michelena, Museo Alejandro Otero, Museo Jacobo Borges, Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez y Fundación Celarg.