Teresa Gabaldón


Teresa Gabaldón en 2017 es nombrada Maestra Honoraria de la Universidad de las Artes CECA Armando Reverón.

En la sede de Caracas en Venezuela, la Asociación Venezolana de Artistas Plásticos AVAP ubicada en la calle Armando Reverón en la Campiña, se realiza la muestra Encuentro Natural en su honor, se alcanza la participación de 30 artistas agremiados: Ángel Rondón, María Rosa Ásaro, Thais Bertrand De Flores,  Andreina Carradini, Angi castillo, Antonio Castillo, Lenore Delgado- Ledela, Melissa Elechiguerra Labarca, Onofre Frías, CarlyGarcia Art, María Amparo Genovés Ballester, Gladys Guerra, Gladys Calzadilla, Ivan Guerrero Dugarte, Olivia Hanze, Mirian Labarca Soto, José Manuel López, Luis Loreto, Ruska Márquez, Preciosa Martinez, Jorge Luis Oberto, José Luis Rizzo, Florángel Rodríguez, Ligia Ruiz De Regalado, Coral Sanchez Arte, Iván Sosa, Yovanny Saracual, Yadersy Wetter, Meri Zaitzman.

Exposición Colectiva Encuentro Natural  Homenaje a Teresa Gabaldón sede AVAP Caracas

Organización de la muestra, selección de obras y Representante Legal: Jenny Cárdenas.
Museografía: Gladys Calzadilla e Ivan Guerrero Dugarte
Texto de Sala: Ivan Guerrero Dugarte y Gladys Calzadilla
Directiva Avap: Presidente Humberto Cazorla
Vice- Presidente Abigail Varela
La muestra de inaugura el Domingo 12 de noviembre de 2017 y tiene pautada una duración de tres meses.

Texto de Sala de la muestra Encuentro Natural:

Exposición Colectiva Encuentro Natural
Homenaje a Teresa Gabaldón

Teresa Gabaldón, es representante de gran importancia en las Artes Visuales venezolanas, donde cuenta con una extensa trayectoria que le ha permitido mantener su compromiso investigativo en la creación de un lenguaje pictórico que describe su trabajo como una obra sensible, sentida, llevada a su pureza máxima, donde el plano de color le da soporte al gesto evocador de mundos naturales que resultan de la cognición de una artista altamente sensitiva.

Estos mundos naturales están sintetizados particularmente en flores magistrales, producto de composiciones que acusan el equilibrio preciso de los elementos formales que dan identidad y alma a su obra.

Pero hay en su carrera un aspecto no menos importante. Teresa Gabaldón ha dedicado gran parte de su investigación a la enseñanza de la creación en las Artes Visuales en diferentes instituciones educativas fue parte de los fundadores del Instituto Universitario de Estudios Superiores Armado Reverón, (IUESAPAR) en el que se reconoce su labor designándole el título de Maestra Honoraria de la Universidad de las Artes, Ceca, Armando Reverón, por su labor como Artista-Docente.

Esta actividad, la ha hecho referencia para muchos artistas de las generaciones que se abren camino en la actualidad en el exigente mundo de las artes.

De su forma de enseñanza, puede decirse que con generosidad lega la reflexión indispensable ante cada aspecto de la construcción plástica, induce a romper fronteras autoimpuestas y a depurar la obra de elementos innecesarios. Enfoca al aprendiz en la propuesta que responde a su necesidad de expresión.

En esta muestra Encuentro Natural la experiencia museográfica fue un reto ante la diversidad de formatos, las paletas y la cantidad de obras que participan.

En la primera sala, se ubica a la Maestra Teresa Gabaldón se trabaja desde la linealidad, la sobriedad y se establece un mosaico de composición interesante para terminar en la sensible sencillez de la escultura.

 En la segunda sala la fotografía de una flor nos recibe, al girar, la abstracción del paisaje y la sugerencia del dibujo en el espacio, Al bajar la mirada nos conecta con El Ávila y se correlaciona con la sala tres.

Al ingresar en la tercera sala la diversidad de interpretaciones ante la temática propuesta, se hace presente en el ejercicio pictórico que describe en una extensa gama desde el realismo a la abstracción, las posibilidades del registro del paisaje en exteriores, la intimidad con las flores, con la figura humana, hasta el diseño compositivo con estallido de colores y delimitación con la línea.

Un poco de historia de las publicaciones sobre la obra de Teresa Gabaldón en las redes...
Teresa Gabaldón pertenece a una generación de mujeres formadas en Venezuela en la Escuela de Arte Cristóbal Rojas, en los años 70, por maestros de la talla de Alirio Rodríguez, las cuales participaron de un movimiento de rescate de las bondades del dibujo, como instrumento de conexión con un vocabulario propio del alma. Actualmente es profesora de la especialidad de pintura en la Universidad Nacional Experimental de las Artes, Ceca "Armando Reverón.
La artista juega con la imagen de la flor en un cuadrado yuxtaponiéndola al color puro en otro cuadrado, al extremo de separar el fondo de la figura a la manera de un espejo. Sus flores constituyen una narración sentida desde el color, el movimiento, la composición.
El rojo, el verde o el negro se convierten en el kekkai japonés, o espacio sagrado del vacío, de donde emerge la resonancia de la imagen, su silencio, la cual intensifica la percepción de la silueta de una flor en llamas o la quietud de un lirio sobre el agua.

En la pintura de Teresa Gabaldón el cuadrado de color es el lugar de la deidad dual occidental, el cual contiene lo sagrado y lo violento en una sola área, el rojo es el espejo del cuadrado de la forma; el blanco y negro de la flor. Ese gesto, esa flor, es el punto que lo devela todo, en superficies, alturas, colores… es una manera de exponer desde el susurro, casi desde el silencio.
Fragmentos de Grabado de Teresa Gabaldón
Fragmentos de Grabado de Teresa Gabaldón


"Se sigue a la flor como motivo, forma y signo en toda la obra pictórica de Teresa Gabaldón. En su génesis, surge al margen como una orla tal vez manierista o barroca en sus escenas de alcoba, con sábanas y almohadas que registraban algún encuentro antes ocurrido, ausencias más que presencias. Esa temporalidad frágil, fugaz, esa transitoriedad quedó entonces como refrendada en la efimeridad misma de la flor. Luego la flor (las flores) viene a ocupar todo el espacio pictórico, se vuelve ese espacio, y también se vuelve tema, ya exclusivo en su pintura.
     Desde ese momento y hasta ahora, su acercamiento tan personal y novedoso a un tema cargado de tradición, incluso arriesgadamente convencional, la ha puesto a salvo de comparaciones en otros casos insalvables. No hay nada de la herencia de Brugheul de Velours, Monet o Van Gogh en su pintura, ni siquiera de artistas venezolanos como Michelena, Marcos Castillo, López Méndez, Narváez en la línea de quienes se inscribe sin ser su deudora: los maestros del género en el país… Y desde luego, nada hay tampoco de esa complaciente pintura de flores de aficionados.
Esto no significa que Teresa haya ignorado los derroteros del arte de su tiempo. Cuando aborda de lleno el motivo floral a principios de los años noventa, si bien omite referencias temáticas demasiado obvias o comprometedoras, se nutre sutilmente de los lenguajes plásticos de la abstracción lírica y expresionista. Las flores –a veces híbridas, con forma de animales o conchas marinas- dialogan con un fondo, o más que un fondo una atmósfera abstracta de la que se contagian, volviéndose, antes que flores, antes que objetos figurados, largas y trémulas pinceladas, gestos, chorreados. La flor se confunde con el campo pictórico y renace de ella. Hay entonces una sensualidad, una profusión, tal vez un arrojo tropical en esa naturaleza que germina entre la materia de los pigmentos.

A fines de la década, Teresa Gabaldón parece reprimir esa tendencia al barroquismo a través de soluciones plásticas más sosegadas. Introduce unas superficies monocromáticas, aunque no uniformes, casi minimalistas, y logra así el equilibrio entre -lo pleno y lo vacío -el dibujo y la pintura -la figuración y la abstracción Ahora, en sus más recientes creaciones, se concentra la artista en la flor solitaria, en aquello que los botanistas llaman “el ejemplar”. Pero no hay ningún afán de exactitud realista –algunas flores pueden ser identificadas y nombradas por su especie, otras no- sino una decantación, una reserva muy púdica, que tal vez se haga imprescindible como una barrera protectora cuando la artista ahonda en lo íntimo: sus recuerdos, su infancia. Hay en esa nueva etapa un aspecto existencial, sentimental aun, que exige la contención de lo no dicho, del secreto.
Ese aspecto íntimo de su pintura, habría que leerlo a la luz de su rechazo a las alusiones históricas, a los simbolismos disfrazados tan propios de esta categoría de la pintura, o a su equivalente popular del “lenguaje de las flores”. La pintura de flores de Teresa Gabaldón quiere afirmar y preservar su carácter individual, la dimensión de su intimidad. Sin embargo, es insoslayable el eco del mito paradisíaco, no en su vertiente de la naturaleza virgen, sino en la del huerto cerrado, donde lo humano, aunque invisible, no deja de estar presente. Teresa pinta las flores de un jardín, es decir de la naturaleza corregida, ordenada, cuidada por el ser humano, que así deja su huella en ella. Jardín de la infancia, de un pasado irrecuperable salvo por el azaroso trabajo de la memoria: jardín que se reconstruye a partir de fragmentos, humildemente, con la ayuda de lo recordado y de lo imaginado. En la flor están implícitos la fragilidad, el desvanecimiento, la transitoriedad. Con ella crea Teresa su propia metáfora de una memoria que tiende a ser borrosa y olvidadiza.
Esa inmersión en sus raíces no impide a la artista concentrarse en su lenguaje plástico; más aún, éste es el que otorga sentido. Sus flores son esbozos, anotaciones para fijar lo fugaz antes de su desaparición. En sus pequeños paneles, no hay una descripción, sino una intención de flor, y juntándolos, de jardín, todo inconcluso, en suspenso. Los planos dejados vacíos son como las intermitencias de la memoria. Los paneles monocromáticos y a la vez colmados de matices evocan la desmaterialización de la flor, y los contrastes, en cambio, delatan una voluntad de fijar, de dibujar con mayor precisión.
Armados en mosaicos, estos fragmentos vienen a ser como el paciente trabajo de juntar impresiones, de insistir en fijar aquello que se niega a ser fijado, de rogarle ayuda a la memoria.
Así es como Teresa Gabaldón afianza su lenguaje con una clásica correspondencia entre medios y fines, al tiempo que renueva y profundiza un tema que podría antojársenos agotado, pero ninguno lo es cuando es soportado por la sinceridad de expresión y el dominio del lenguaje".

Federica Palomero

Fuente: analítica 

En 2014 expone en Sala Mendoza, en la Universidad Metropolitana, Gabaldón señala que desde los años 90 comenzó a trabajar la flor como tema,  como imagen icónica. “A través del dibujo y la pintura, busqué la manera de que éste elemento vegetal, fuera susceptible  de ser llevado a otra forma de mirar la naturaleza”.

Ese acción de trabajar con las flores, me le ha permitido jugar con esa otra forma, perdiéndola entre color, trazos y manchas, “para poder representar imágenes más cercanas a lo que ven mis ojos, porque dibujar no es copiar. Es ver, es expresar con mi mano, lo que los ojos de mi interioridad ven”.

Muestra Desprendimiento de Teresa Gabaldón, Sala Mendoza, Universidad Metropolitana, 2014
Muestra Desprendimiento de Teresa Gabaldón, Sala Mendoza, Universidad Metropolitana, 2014


Dice que en Desprendimiento, como su nombre lo indica, ella se despide de los intensos colores que ama y que siempre ha usado, para sumergirse en la sencillez de sólo dos tonos: el negro y el plateado.
Del plateado, surgen diversos tonos, brillos y opacidades, líneas o manchas inesperadas y otras veces, planos sobre planos, siempre  plateados. Y sobre estos tonos, dibujo unas especies de flores, que a veces son más trazos y manchas que las mismas flores, flotando  en el espacio, libres, y sin asirse nunca a nada. Este es un proceso de concentración meditativa. De allí que lo que expreso, más que la representación de la imagen de una flor en el espacio, es el resultado de la expresión de emociones más profundas, donde están encerrados silencios, gritos y también, susurros.

Dibujar esas flores, esos trazos una y otra vez, siempre las mismas, y siempre distintas, es para mí, como una oración interior, muchas veces repetida, que me tranquiliza y me conecta con mi yo interior. Es mi caligrafía personal.
Estos que vivimos, son tiempos de reflexión y de recogimiento. Y mi trabajo, también, inevitablemente,  tiene algo que ver con todo esto. Es parte del viaje.

“He necesitado acercarme hacia espacios más íntimos, más mínimos. Pintar para mí es un viaje, un tránsito que me invita a descubrir, avanzar, seguir lejos, detenerme, quedarme, y a veces, también a regresar sobre mis propios pasos a pesar de que éstos nunca vuelvan a ser los mismos.  El viaje siempre es hacia dentro. Y pintar es ir hacia mi interioridad”.

Umbria_2002_Óleo sobre tela_122 x 115 cm. de Teresa Gabaldón
Umbria_2002_Óleo sobre tela_122 x 115 cm. de Teresa Gabaldón

Pintora y dibujante. En 1976 egresa de la Escuela Cristóbal Rojas, donde recibió la influencia de Alirio Rodríguez. Ese mismo año, su obra Suspensión pétrea es premiada con mención de honor en el Salón Municipal de Pintura. Licenciada en letras en la UCV (1979), entre 1981 y 1984 cursa estudios en la Universidad de Nueva York, consiguiendo el título de master en artes. En 1985 regresa a Caracas. La obra de Teresa Gabaldón ha estado siempre ligada a la figuración como motivo y al dibujo como técnica; para ella ambas posturas se complementan y justifican mutuamente, considerando el acto de dibujar un fin en sí mismo, una necesidad y una cuestión plástica. Su fascinación por el cuerpo humano y por los objetos de su entorno inmediato agregan un sentido más a esta filiación, pero el acercamiento a lo objetual no parte del intelecto sino que se asocia a lo sensorial y lo anímico. Otro recurso que acompaña buena parte de su producción es el collage, y reconoce a Omar Carreño como el artista que le inspiró e introdujo en esta técnica. Fue partícipe del llamado boom del dibujo, que se apartó de las tendencias abstraccionistas más narrativas pero seguramente más personales, de recursos más modestos en la realización, como la idea de rescatar el bagaje cultural propio de la historia del dibujo. En la obra de Teresa Gabaldón se puede reconocer una iconografía que relaciona al hombre con su entorno íntimo; en este sentido, las huellas en el espacio interior van siendo gradualmente invadidas por grecas y flores hasta ser tomadas finalmente por estas últimas.

Tres etapas marcan su producción: una etapa inicial, que comienza a desarrollarse en 1980 y en la cual la figura humana, generalmente femenina, es presentada dentro del ámbito de una habitación, llenando el ambiente cotidiano de rasgos poéticos no exentos de erotismo al relacionarla sugerentemente con camas, almohadas y sábanas como focos de atención. Abandoné mi cuerpo en una orilla remota (1983), expuesto en su individual de 1985, resume los postulados iniciales de la artista. Este espacio interior se convierte en paisaje intimista interrogador de preguntas esenciales sobre el hombre. Técnicamente, su dibujo, gracias al uso del pastel y el carboncillo, es claro, preciso, con trazos delicados, de carácter preciosista y rico en texturas. El espacio se hace más complejo y el color se subordina al dibujo. En la mayoría de los casos la figura humana es presentada saliendo del cuadro o en forma parcial y el rostro oculto de diversas maneras. Una segunda etapa, asociada a sus estudios en Nueva York, recrea motivos e imágenes similares; sin embargo, comienzan a manifestarse calidades y trazos más expresivos y mucho más libres. Un aire de nostalgia cobra más fuerza en su obra. Debido a la influencia de Georgia O'Keeffe comienza a dibujar flores a los lados de sus dibujos pasando luego a enmarcarlos dentro de grecas, tras estudiar los patrones de grecas del arte persa e hindú. Estos elementos tienen la función de romper la unidad del dibujo, descontextualizándolo y creando una contradicción en él. De aquí en adelante el color va jerarquizándose sin que esto implique el abandono del dibujo o el impulso narrativo. Aunque su obra sigue siendo realista, se va apartando del preciosismo de su etapa anterior. Al final de esta etapa, la habitación presenta una apertura al exterior a través de ventanas que llevan a jardines y sus flores y, eventualmente, agrega elementos arquitectónicos.
Por último, a partir de 1988 inicia una etapa ya pictórica en la cual el color toma por completo la obra cuyo motivo central son las flores. Como evolución de sus investigaciones acerca de las grecas que usaron los pintores orientales, ahora estas flores cubren todo el espacio, amparadas en una búsqueda llena de recuerdos y nostalgia. Por otra parte, es singular su uso de formatos alargados y series a manera de paneles, como la de Shinbashi híbrida (1994), tres piezas horizontales de 40 x 165 cm, o Siete (1994), siete láminas verticales de 115 x 280 cm. Su producción de esta etapa, plena de espontaneidad y expresividad, se ve signada por el carácter gestual de los trazos, vigorosos y rítmicos, con pigmentaciones intensas en donde se afirma la relación figura-fondo, ganando este último cada vez más importancia. Sobre esta última serie ha escrito Víctor Guédez: "en sus obras actuales se observan todavía las tentaciones provenientes del oficio caligráfico pero, sin embargo, la hegemonía pictórica se ha impuesto con una vocación definitiva e imperturbable. Esto ha ocurrido debido a que la carburación emocional necesitaba los recursos expresivos del color y de la mancha. A través de las intensas pigmentaciones, así como de las plurales valoraciones y de las espectrales desagregaciones, Teresa Gabaldón logra congregar los ingredientes intuitivos, sensibles y temperamentales de su discurso visual. Todo este clima cromático se cohesiona mediante un apasionante y avasallante tratamiento de los fondos" (1991, s.p.). Teresa Gabaldón se ha dedicado asimismo a la docencia como profesora de dibujo en el Instituto Neumann (1987-1990), en Prodiseño (1990-1991) y, desde 1992, en el IUESAPAR.